Como recordareis  el 24 de Enero estuvimos en la charla – coloquio de Ana Freixas «EMPODERAMIENTO DE LAS PERSONAS MAYORES Y SU PARTICIPACIÓN EN LA COMUNIDAD». Ahora nos invita a leer este nuevo articulo, siempre interesante, dada nuestra implicación en el proyecto de Irazarra «El pueblo de los Cuidados» .

Solucionar el hábitat en la edad mayor no es en ningún caso un asunto fácil. Grosso modo el dilema básico lo podemos situar entre vivir en nuestra casa o trasladarnos a una residencia. Esta sería una pincelada gruesa para abordar un problema que tiene múltiples aristas. Parto de la consideración de que cualquier solución posible tiene sus partes buenas y malas, por supuesto, pero todas deberían guiarse por los principios de respeto absoluto a la libertad, a la dignidad y a la justicia que merecen la vida en la vejez.
En un país como el nuestro en el que este asunto no forma parte de la agenda política, cuando debemos afrontar esta situación tan importante no nos queda más remedio que echar mano de la imaginación, la creatividad y de las redes de solidaridad y acompañamiento que hemos ido creando a lo largo de nuestra vida.

La crisis de la covid ha puesto en evidencia un montón de asuntos hasta el momento ocultos que tienen que ver con la vejez, entre ellos uno de los más acuciantes hace referencia al lugar dónde vivir una vez que alcanzamos edades en las que el horizonte vital se estrecha. Ese amplísimo periodo de tiempo que va de los 65 hasta casi los 100 años es en sí mismo el primer laberinto con que nos encontramos para saber de qué necesidades en concreto estamos hablando y, a partir de ahí, poder plantearnos el asunto de la vivienda deseada o conveniente en función del momento vital y de la diversidad de necesidades y deseos de cada persona.

Lo que ha ocurrido en este tiempo de pandemia nos ha llevado a una profunda reflexión al descubrir que ese lugar llamado ‘residencia de mayores’ no ha demostrado ser un espacio idílico donde terminar tus días de manera digna, sino que en numerosas ocasiones ha resultado ser un lugar del reverso tenebroso, cuyo funcionamiento debe ser revisado por completo. Una inmensa mayoría de la población simplemente no teníamos ni idea de lo que significa realmente la vida en esos espacios. Vivíamos ajenos a una realidad que de repente apareció delante de nuestros ojos con una claridad meridiana y atemorizante. Por lo tanto, no le habíamos dedicado demasiada reflexión, porque parecía que era algo que no nos atañía hasta que la pandemia ha iluminado con un foco potente y desolador la no-vida de las personas viejas en algunas (muchas, me temo) residencias. Esta palabra nos ha enfrentado con una serie de interrogantes:

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